Alejandro, Diego y Gerard son tres, y son ‘pareja’. Ellos viven con toda naturalidad una realidad cada día más visible, pero que aún necesita la aceptación de los incrédulos. O tal vez no, porque el ‘qué dirán’ hace tiempo que dejó de formar parte de su vocabulario. Concretamente, desde hace cinco años, cuando Gerard completó las vidas de Alejandro y Diego –ellos ya llevaban dos años previos de relación– para formar lo que coloquialmente denominamos un trimonio, pero que simplemente es otro modelo de familia, lo que verdaderamente reivindican, más allá de las clásicas curiosidades –de logística y terminología– que les planteamos. «Yo normalmente hablo de “mis novios”, y la gente me dice…“¿Perdona?”. Y cuando hablo de “mi otro novio”, se piensan que estoy engañando a uno de ellos y que tengo una especie de amante», explica Alejandro.
Diego, en cambio, se refiere a “mis chicos”: «Una vez yendo a Barcelona en un tren con un compañero, le expliqué que mi novio me había dejado en la estación, y que mi otro novio me venía a recoger… Le costó, pero al rato lo entendió, y se extrañaba de que ambos lo supiesen… Se pensaba que tenía uno en cada puerto», recuerda entre risas. Todo surgió a raíz de que Diego y Gerard, después de conocerse desde hace una década, volvieran a trabajar juntos, y Alejandro, que iba a visitar a su único novio por aquel entonces, propiciara encuentros entre los tres, que hicieron que la relación fuera afianzándose. «Fue de una forma natural, ellos estaban de gira y cuando les veía hacíamos todo juntos, no es que se viesen a escondidas. Y hasta hoy». Y en gran parte, tal y como cuenta Gerard, surgió de forma inconsciente. «La relación empezó como cualquier otra, un encuentro sexual que fue yendo a más, hasta que te das cuenta de en lo que te has metido».
Es prácticamente inevitable desviar la conversación hacia la singularidad y originalidad de su convivencia y supervivencia. Los tres lo entienden –y casi lo sufren–, pero afortunadamente, coinciden en no haber experimentado nunca un episodio de discriminación. «La gente hace preguntas, por la curiosidad de saber cómo nos organizamos, pero jamás hemos sentido rechazo por parte de nadie. Podrán pensar que es extraterrestre y que jamás les va a pasar… Pero hasta ahí», comenta Diego. Y Gerard añade: «No sabes lo que se dice por detrás, y no nos importa. Es verdad que siempre me han dicho “yo no podría, sería incapaz, para esto no valgo”, y les contesto que yo creía que tampoco. Tuve una relación convencional, como las que te cuentan cuando eres pequeño, hasta que descubres que es posible querer a más de una persona». Incluso puestos a diferenciar, no observan que el colectivo LGTB haya tenido con ellos una mayor capacidad de entendimiento. Diego lo tiene claro: «De hecho, a veces he recibido el típico comentario de “bueno, pero eso es porque está de moda”, y ese comentario no me lo va a hacer nunca un hetero». Y Alejandro puntualiza. «Puede que se vea como más asentado o consentido en el mundo gay, con esa supuesta facilidad que tenemos de liarnos los unos con los otros… Pero luego creo que somos más posesivos y celosos, ¿no?».
Gerard (izda.) lleva camiseta Addicted y jeans Wrangler, Diego (centro) lleva camiseta Levi’s y jeans Wrangler, y Alejandro (dcha.) lleva camisa ES Collection y jeans Levi’s
Su conexión y compenetración es apreciable en cada respuesta. Tal es su complicidad que no cierran puertas a construir una pareja más poliamorosa, si cabe. «Las posibilidades son muchísimas, y siempre que se den las circunstancias… Tampoco vamos a decir que no. Pero creo que esto no es para todo el mundo, hay que saber gestionar la pareja». ¿Y ese momento “mamá, te comento… tengo dos novios” cómo lo vivieron? «La mía está mal de salud, y no sabe que tengo una trieja. Un día quise decírselo, y mi hermano pequeño me lo prohibió. Pero bueno, de cinco hermanos, tres somos gays, ya me dirás tú la dificultad para entenderlo…», recuerda Alejandro. Él y Gerard («mis padres no saben que tengo dos chicos, creo que no llega a su capacidad de entendimiento. Saben que vivo en Madrid con una pareja») ceden turno y protagonismo de la pregunta a Diego, y en pocos segundos descubrimos por qué. «Yo tengo una relación muy estrecha con mi familia. Alejandro ya estaba involucrado en mi vida a ese nivel, viene a todos los cumpleaños… Y llegó un punto en que me pareció injusto para Gerard que no formase parte de eso…». Respira profundamente, sus ojos se humedecen, y continúa. «Así que primero se lo conté a mi hermana, y luego a mis padres. Y fue una maravilla, les costó un poco, pero lo normalizaron muy pronto, en Reyes ya teníamos regalos para los tres». Pero no regalos individuales, sino uno común para los tres, especifican.
Si llevamos al trimonio hasta las dificultades de un caso cotidiano, todos los caminos conducen hasta la cama. «En casa tenemos dos habitaciones. Empezamos durmiendo los tres juntos, que es muy romántico…», comienza exponiendo Diego, que enseguida es interrumpido por Gerard. «Al principio todo es maravilloso, pero el que está en el medio no descansa. Había una cama estupenda que no estaba usando nadie, y me fui, pues soy el que tiene un sueño más complicado, y disfruto mucho haciendo la estrella de mar». Y en vacaciones, «ni packs de viajes para tres, ni habitaciones de hotel… Bueno eso sí, con una cama supletoria de mierda». Y Diego retoma: «Horroroso, la vida no está pensada para nosotros. Entiendo que somos minoría, es normal. En los restaurantes las mesas también son para números pares… Bueno, al menos los restaurantes chinos tienen menús para tres personas», se consuelan entre risas. «Incluso en alojamientos gays suele ser un incordio», añade Alejandro. Diego, el más combativo de los tres, sentencia. «Yo estaba empeñado en que nuestra habitación tenía que ser la de los tres, y no. Se puede vivir de cualquier manera que te sirva para organizarte, y ese el gran reto de estas estructuras. ¿Dónde está escrito cómo tiene que ser una familia? Oye, que mis abuelos duermen separados y se quieren mucho».
Precisamente, en este último mensaje quieren hacer hincapié, motivo principal por el que hablan para Shangay. «Más que por defender los trimonios, es luchar para que el concepto de familia deje de ser una pareja heterosexual con hijos. El debate va más por ahí. Tengo dos amigas heterosexuales separadas, cada una con hijo, que se han ido a vivir juntas, y creo que eso puede llegar a ser una familia». Y continúan: «Este país es mucho menos tolerante de lo que aparenta. Todavía se habla de tumbar la Ley del matrimonio homosexual. A ti que más te da lo que yo haga mientras no te afecte, ¿no? Cuando se consiguen derechos para un colectivo concreto, al resto no nos perjudica». De cara a su futuro, solo exponen una preocupación. «No hay problemas ahí, niños no queremos», se adelanta Alejandro, aunque en realidad nos referíamos a poder oficializar su relación. «Para casarse la única solución es hacer un contrato privado entre las partes… Me preocupa la parte legal, poder responder si a alguno nos pasa algo. Nos lo plantearemos más adelante», cuenta Diego, mirando a derecha e izquierda. Y cuando esto ocurra, nos gustaría que nos lo contaran.
FUENTE: Shangay