Comenzar a ver una nueva serie de Ryan Murphy es toda una experiencia. Algunas nos han llevado por caminos oscuros y sobrenaturales, como American Horror Story, otras nos entregan a los horrores humanos, como American Crime Story, y otras a fantásticas historias con producciones y grandiosos personajes, como en Feud. Claro que también ha creado universos musicales, estrafalarios y muy divertidos, como Glee. Pues su nueva serie, Pose, que actualmente se está emitiendo es una mezcla de todo lo anterior, con un resultado que no debemos perdernos.
Pose se ubica en la Nueva York a finales de los años ochenta en el corazón de la comunidad queer (cuando este concepto a penas se encontraba en construcción); de hecho gran parte de la historia transita en ese sentido, en la violenta discriminación sufrida por cualquiera fuera del binarismo de género. Los personajes se enfrentan a muchos retos personales: dentro de su tribu urbana, en su relación con el resto de las personas y demás retos que cualquier persona queer enfrenta.
Ryan Muphy y compañía, Brad Falchuk y Steven Canals creadores de la serie, se han encargado de construir un drama extravagante, entrañable y profundo. Comenzamos con Damon Richards (Ryan Jamaal Swain), un jovencito cis queer que sus papás echaron de la casa por su orientación sexual y que sueña con ser bailarín. Acá es donde entra Blanca (MJ Rodriguez) una chica trans seropositiva que intenta crear su propia "Casa" y se enfrenta a su antigua "Madre", Elektra Abundance (Dominique Jackson).
Las Casas y las Madres son elementos fundamentales de la llamada Ball culture, un movimiento underground nacido en Estados Unidos en donde las Casas compiten por trofeos y premios en pasarelas y bailes realizados por sus miembros. Las Casas tienen su propia Madre y funcionan como una familia alternativa o, como podemos ver en la serie, como una familia verdadera pues sus miembros son rechazados por su familia de sangre.
Por otro lado conocemos la rivalidad de las Casas, de las Madres, y los altibajos de una época particularmente convulsa en muchos sentidos: por la epidemia de VIH, por la violencia en la ciudad de Nueva York, por los problemas económicos y de desempleo, así como los grandes retos que aún sigue resolviendo la comunidad queer, pero que entonces aún se vivía de forma mucho más cruda y discriminatoria (incluso entre la misma comunidad).
De la rareza a la extravaganza
Pose es una serie única y rara, esto último en el buen sentido de la palabra pues toma riesgos que pocas veces veremos fuera de los títulos de Murphy. Es muy osada en sus personajes, en la representación de esa época lejana y cercana como es la década de los ochenta-noventa. Los balls con sus participantes drags y sus bailarines extraordinarios, la cultura de la calle y el breakdance son elementos que enriquecen el drama y dan mucha fuerza a la historia.
El reparto es extraordinario, además de convertirse en la serie con la mayor cantidad de actores queer, también participan otras caras conocidas: Evan Peters (que no falla en las series de Murphy), Kate Mara y James Van Der Beek. Los dos primeros hacen de un matrimonio en donde Stan Bowes (Peters) hace de un ejecutivo ambicioso y en ascenso (por cierto, trabaja en la compañía Trump) que encuentra un vínculo afectivo bastante complicado con Angel (Indya Moor), una chica trans adorable que vive su vida día a día y "sueña con ser tratada como cualquier otra persona". Por su parte, James Van Der Beek hace un personajazo, uno que de entrada nos hace rechinar los dientes por su estridencia, su machismo y su superficial modo de ver las cosas.
Con el paso de los episodios el show ha ido encontrando su lugar y su ritmo. En estos momentos se han emitido 4 episodios de los 8 que tendrá esta primera temporada. Nuestros personajes están en distintos puntos, pero cada uno con un entramado muy disfrutable y lleno de drama. Sin duda se trata de un excelente título que no debe pasar desapercibido.
FUENTE: Hipertextual