Desde que saliera a la luz en 1976, aquella pieza cinematográfica que hacía un duro golpe al poder de los medios informativos y la feroz crítica social a las masas y la fácil persuasión en que se teje la dependiente relación que ha marcado a generaciones, así mismo se volvió un éxito también a su llegada a los escenarios teatrales donde toma un nuevo tinte y nuevas formas de explorar las vertientes que dan forma a esta historia.
En NETWORK, la lucha de poderes que representan los rostros frente a los espectadores es crucial para definir lo que será una constante de enfrentamiento y montaje aspiracional donde los modelos a seguir son un riesgo a la estabilidad social. Un presentador de tv con problemas en su vida personal, es despedido y anuncia en vivo que a la siguiente emisión se suicidará, haciendo eco de lo que representa su imagen y lo que desencadena esta decisión y la intromisión de terceros que bien podría beneficiarse de este movimiento. Vemos también la enajenación que provocan las emisiones televisivas, no sólo en cómo nos relacionamos, sino en el distanciamiento involuntario que provoca con el entorno más cercano.
Se hace un recorrido por la manera en que la influencia de una imagen genera una revolución y atrae la atención que generará una réplica de sus acciones, y aún cuando seguiremos de cerca lo que vive el protagonista, se crean historias alternas de los personajes más cercanos con igual relevancia anecdótica y que aportan significado a las analogías planteadas, donde la televisión significa una cegada veneración y las relaciones sociales se ven afectadas por el ritmo acelerado de la vida citadina y el alejamiento a los seres queridos, esto en un avasallante relato de control y la búsqueda del significado más efímero y el amor en decadencia.
El diseño de escenografía nos transporta a una época remota en donde se sitúa la historia, una atmósfera setentera que nos hace caer en cuenta de una realidad demoledora, que aún con la diferencia en años, parece relato actual y de crítica social y política que encaja perfectamente con nuestros días. El escenario es transformado en un set de televisión que dibuja perfectamente la atmósfera en que se sitúa la historia, además de diferentes escenarios como casas, un elevador o una gran oficina , esto con el trabajo e implementación de paredes y pantallas que engloban una meticulosa recreación de espacios.
Daniel Giménez Cacho es un actor con renombrada presencia en los escenarios, y aquí se pone en la piel de Howard Beale de manera excepcional, entendiendo la psicología que le da perfil y las motivaciones que le llevarán a una toma de decisiones y acciones peligrosa incluso para sí mismo. Por su parte, Zuria Vega interpreta a Diana Christensen de modo tal que no se queda atrás y hace frente con una interpretación de igual impacto, dando gran significado a las palabras de Francisco Franco, el director, “Daniel y Zuria están aquí porque merecen este teatro y esta historia”. Además les acompaña un gran reparto que en gran dinamismo acompaña y sitúa al espectador en todo momento, desde un maquillista, a un técnico y dirigentes del canal de transmisión.
La dirección sin duda es acertada, con decisiones y enfoques en mantener un ritmo dinámico y atrayente de la atención en todo momento, llevando a una experiencia donde conocemos la historia, se logra ir hilando la narrativa y nos adentra a grado tal de hacer al público partícipe sin pedirlo o pretenderlo, volviéndose un reflejo del gran trabajo presenciado. Además, es un ejemplo también de porqué debía ser esta la nueva apuesta del Teatro de los Insurgentes, en esta producción de Tina Galindo, Claudio Carrera y Diego Luna.
La funciones son los días viernes a las 20:00, los sábados a las 17:00 y 20:00 y los domingos a las 17:30h. Los boletos ya pueden adquirirse en Ticketmaster y en taquillas del teatro.
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Por Gualberto Ortiz para Boy4ME