En estos tiempos de pandemia, vino también una ola de cambios a la vida como la conocíamos, desde la manera en que veíamos los días pasar hasta las costumbres de convivencia y cuidados sanitarios, pero también enfrentarnos a pérdidas materiales y de seres queridos con precipitación tal que las despedidas o los pendientes no daban tregua y sólo quedan la adaptación como medio de continuidad, aquí vemos un momento íntimo entre padre e hijo donde la muerte es más una elección y un acto de amor.
Fotografía por Charly Duchanoy ©
Cristian Magaloni da texto a esta pieza que nos expone a un instante casi idílico donde una despedida se convierte en la oportunidad para tratar viejas rencillas, conversaciones sin entablar y heridas por sanar, esto como una ficción libre de su propia vivencia con su padre, dando un sentido más profundo y de mayor conexión con la pluma al relatar lo descrito, y que toma fuerza a cada palabra por la manera en que está escrito, pues se mantiene con un semblante de calma y verdadero respeto al encuentro y lo que viene.
Fotografía por Charly Duchanoy ©
Magaloni también dirige esta puesta, con una sensibilidad que se transmite, enfocada totalmente en la interpretación, al no hacer uso de grandes movimientos o desplazamientos, sino referenciando la atención a las breves pausas y las gesticulaciones cargadas del sentimiento requerido para una plática tan casual como dotada de un trasfondo donde ambos entienden las experiencias que los han llevado a ese momento y su perspectiva de la vida hasta ese momento donde el día siguiente necesitará de ese significado.
Tras coincidir en varios proyectos y afianzar una gran química laboral, se reencuentra en los escenarios con Roberto Beck para dar vida al hijo de esta historia, mismo que arrastra culpas del pasado y que actualmente se encuentra en armonía con su presente y el porvenir, aceptando lo correspondiente a sí y con apertura al diálogo y la esperanza. Juan Carlos Barreto encarna al padre, un hombre enfermo que ha decidido no sufrir más y pide comprensión y un apoyo a esto, entendiendo su propia desventura y las fallas y logros a su paso. Ambos se apropian de sus personajes para entender el proceder y reflejar en todo momento la psicología dominante en su proceder, sin miedo alguno a las lágrimas y a perder la compostura en una interpretación deleitable.
Fotografía por Charly Duchanoy ©
La escenografía es visión de Anna Adrià y es la ideal para este encuentro, pues tan sólo consta de una cama y un sofá y un fondo cristalino que enmarca a la perfección la escena sin robar atención a lo importante de la acción que también es resaltada por una iluminación de precisa y cálida ejecución con el encanto del acompañamiento musical en vivo de Natalia Pérez Turner. Cada elemento funcionando en escena es puesto con lupa y con plena consciencia para llegar a un puerto, para envolver al espectador y dar un significado al título en analogía relacional con la muerte y sus procesos, difíciles de ver y sobrellevar.
La culpa y la redención son motivantes de discordia y reencuentro, esenciales en las etapas de la vida y los pequeños momentos de gran concordancia con un propósito de vida, misma que aquí se celebra en armonía con el amor al prójimo más que al dejo y la desdicha, volviéndolo un texto de universal lectura que encontrará un lugar en cada persona asistente.
Fotografía por Charly Duchanoy ©
Mirando al sol se presenta los días sábados y domingos a las 18:00h en el Teatro la Capilla. No te la pierdas.
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Por Gualberto Ortiz para Boy4ME