Existen gran variedad de montajes sobre los sentimientos y las vivencias de personajes aislados y solitarios como parte de la comunidad LGBTQ+ y por ello resulta interesante cuando vienen propuestas con perspectivas diferentes o de una reflexión ambigua que permita ampliar el tema a enfatizar en cada momento, y aquí es que conocemos varias aristas entre una madre religiosa y su hijo en descubrimiento sexual.
Fotografía por Charly Duchanoy ©
La culpa es un relato tan universal como atemporal en el que podemos encontrarnos sin importar cuándo se presente, ya que toca un tema que resulta personal incluso desde su escritura, en la que Omar Ávila compartiera parte de su historia con vistazos a la de personas allegadas y es lo que nutre el guion de una veracidad y crudeza que no resulta ajena ni difícil de creer.
Fotografía por Charly Duchanoy ©
Tenemos a Helena y Martín, madre e hijo en una eterna discusión sobre los ideales forjados por una época de tradicionalidad y religión, mientras que la contraparte se cimienta en un tiempo distante y libre.
La dirección de María T. Garagarza está enfocada en resaltar las emociones que son expresadas con tan sólo un gesto, en crear un ambiente tenso que es idóneo para el despliegue de argumentos a contraponer en una odisea de momentos de expiación en la que el público si bien no de manera literal, es parte de modo tal que comprendemos la psicología y la brecha generacional que divide a los personajes bajo los que se mueven, sus motivaciones y el amor que cada uno de ellos profesa.
Fotografía por Charly Duchanoy ©
En el escenario tenemos el vistazo a una casa común y de poca indumentaria, sin embargo, cargada de gran simbolismo con objetos que definen el carácter del objetivo a definir en la mente del espectador, desde una lámpara de sombrío acompañamiento, un retrato familiar de memorias perdidas en el tiempo y una cruz, perfectamente centrada que funge casi como un juez en todo momento.
Tenemos también un comedor con sillas de profundo significado que con un par de movimientos dibujan una connotación pertinente al argumento.
Fotografía por Charly Duchanoy ©
Alberto Garmassi y David López alternan el personaje de Martín, dando de sí para enfocar a su manera al hijo en debacle por la nula aceptación de su madre, la búsqueda de una independencia emocional y el amor entendido desde una naturalidad que rebasa cualquier convencionalismo e ideología que permite un entendimiento de su nobleza y el alcance del trabajo de generaciones que hacen posible hoy su sentir.
Déborah Ríos retoma su papel como la madre forjada en una estructura de ideas de cuadrada expresión, misma a la que entrega todo para hacernos sentir el odio y el desentendimiento pero a la vez, el gran amor que la llevan a una constante lucha por amar y ser.
Fotografía por Charly Duchanoy ©
Es sin duda una obra necesaria en estos tiempos donde el amor va encontrando un camino donde la libre expresión normaliza el cotidiano, y aunque todavía es largo por recorrer, paso a paso se pone parte y la consciencia del mensaje que nos llevamos al salir del teatro puede sembrar una semilla que florecerá con fuerza.
Se presenta los días viernes a las 20:00h en el Teatro la Capilla hasta el 24 de junio, así que no te la pierdas.
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Por Gualberto Ortiz para Boy4ME