En un documento de la Conferencia Episcopal, los obispos polacos afirman que es necesario crear clínicas “para ayudar a las personas que desean recuperar su salud sexual y su orientación sexual natural”.
“En vista de los desafíos creados por la ideología de género y los movimientos LGBT+, y especialmente teniendo en cuenta las dificultades, sufrimientos y lágrimas espirituales experimentados por estas personas, es necesario crear un centro de asesoramiento (también con la ayuda de la Iglesia o con sus estructuras) para ayudar a las personas que desean recuperar su salud sexual y su orientación sexual natural” sentencia el documento de 27 páginas emitido por los obispos polacos. Más adelante se refiere a esos “centros de asesoramiento” como “clínicas”.
Las terapias de conversión sexual buscan, con distintos métodos, “corregir” a LGBTIs basándose en que “lo natural” es que las personas sean heterosexuales y adopten una identidad de género basada en su genitalidad (si tenés pene sos hombre, si tenés vagina mujer). Pueden consistir terapia psicoanalítica, el encierro en clínicas de internación y en los casos más extremos incluyendo el electroshock.
El enfoque de los obispos tiene como fundamentos concepciones religiosas y coincide con la visión que establece a la homosexualidad o la elección de la identidad de género como enfermedades que hay que curar, algo que ni sostienen al día de hoy organizaciones como la OMS o el Manual de la Clasificación Internacional de Enfermedades.
En julio de este año el Experto Independiente de las Naciones Unidas sobre orientación sexual e identidad de género, Víctor Madrigal-Borloz, presentó un informe ante el Consejo de Derechos Humanos donde afirma que estas prácticas pueden llegar a considerarse tortura, recomendando a los Estados su prohibición.
En el documento los obispos aseguran que “el postulado de tales centros de asesoramiento está claramente en contradicción con las opiniones oficiales en círculos LGBT +, con posiciones consideradas científicas y conocidas como ‘corrección política’”. A lo que agregan que a pesar de eso “testimonios” demostraban que “la sexualidad diferente no era un tipo de juicio irrevocable o codificación irrecuperable, sino un síntoma de heridas en varios niveles de su personalidad”.
La postura del Episcopado se enmarca en un creciente contexto donde el gobierno del Partido Ley y Justicia (PiS) viene llevando adelante una gran campaña contra los derechos de LGBTIs. Su candidato a presidente que recientemente ganó las elecciones, Andrzej Duda, durante las elecciones hizo de la lucha contra “la ideología de género” un eje central, prometiendo prohibir que las parejas del mismo sexo puedan adoptar niños. Desde 2019 a esta parte, más de un tercio de Polonia se ha declarado “zona libre de LGBTs”, dando rienda suelta a ataques de sectores reaccionarios de la sociedad.
La persecución por parte del Gobierno es sistemática denuncian activistas y organizaciones. A principio de Agosto dos activistas fueron detenidos por la policía por colgar banderas del orgullo en distintos monumentos en respuesta a las políticas y el discurso de odio del propio Estado. En los últimos meses cobró estado publico el caso de Margot Szutowicz, una activista no binaria acusada de haber dañado una camioneta de una organización antiabortista que estaba cubierta de carteles vinculando la homosexualidad con la pedofilia.
Según la Asociación Internacional de Lesbianas y Gays (ILGA por su sigla en inglés) el intento de detención hasta que sea juzgada: “desató una manifestación de solidaridad espontánea, durante la cual Margot intentó entregarse a los policías presentes. Su negativa a detenerla entre los testigos y los medios de comunicación, y el hecho de que más tarde fue detenida en un lugar diferente por un agente de civil en un automóvil sin distintivos, provocó más disturbios civiles. 48 personas fueron detenidas y se les negó el acceso a abogados”. Razón por la cual el día posterior a miles se manifestaron en las calles contra las detenciones y el hostigamiento policial.
FUENTE: La Izquierda