La adicción a los anabólicos en el gym





Todo comienza con un pequeño pinchazo. Después, toman el control de tu vida. Un viaje hacia el centro de la epidemia de los esteroides anabólicos.

En su momento más poderoso los bíceps de Alec Wilson medían 30 centímetros de circunferencia y sus cuádriceps tenían cada uno tres manos de ancho. En un buen día, podía levantar 212 kilogramos de peso muerto, el equivalente a un león y 158 kilogramos en una pesa de banco, no lejos del doble de su propio peso. En los instantes antes de levantar un peso todopoderoso, lanzaría un áspero gruñido desde su estómago que atravesaría su garganta, causando un shock a su cuerpo para provocar la producción de adrenalina. Otros hombres sabían que había llegado al gimnasio. Podían escucharlo rugir y gracias a los esteroides anabólicos.

Fue a mediados de 2012. Wilson tenía 36 años. No era un fisicoculturista profesional, como otros hombres que conocía, ni un hombre fuerte, el tipo cuyo trabajo consiste en sacudir rocas o remolcar camiones. Ni siquiera era el hombre más fuerte en su gimnasio, pero estaba cerca de serlo. Era un académico con un par de títulos en ciencia. La mayoría de los días, su oficina era un laboratorio. Y sin embargo, su entrenamiento se había vuelto implacable.

EL VIAJE A TRAVÉS DE LOS ESTEROIDES ANABÓLICOS

Casi cada noche, tan pronto como su hijo más pequeño se había ido a la cama, se dirigiría a su gimnasio local levantaría fuertemente y hablaría con otros hombres grandes, muchos de los cuales se habían convertido en sus amigos cercanos. A menudo sentía que podía hacerlo durante toda la noche. Levantar. Hablar. Levantar. Hablar. “Me quedaba hasta que me echabandel lugar”, confesó. “Y a la noche siguiente estaba de regreso”.

Wilson accede a la entrevista en un bar en el centro de Birmingham, no muy lejos de donde vive. (Su nombre ha sido cambiado aquí, por cuestiones de seguridad). De manera instantánea, da la impresión de ser una especie de contradicción. Midiendo 1,70 aproximadamente, no es alto, pero se ve grande. Sus hombros son anchos y su cuello es grueso. Los músculos de su espalda eran prominentes debajo de su camisa y su pecho parecía un barril de whisky.

De muchas formas era lo suficientemente grande para hacer sentir a cualquiera como un niño pequeño. Y no obstante, en ocasiones hablaba con una voz tan baja que costaba trabajo entender lo que decía y, la primera vez saluda de apretón de mano, su mano derecha temblaba. Era una mañana de lunes en marzo y el bar estaba tranquilo, salvo por algunos comensales tempraneros, pero para poder escuchar lo que decía se requería un muy buen oido.

Cerca del inicio de la conversación, Wilson dice que no siempre había sido tan grande. Hasta 2014, había tenido problemas para levantar cualquier cosa cercana a su récord de 212 kilogramos. Había entrenado durante años, pero su poder se había estancado y se había frustrado. Durante las sesiones en el gimnasio, él y otros solían discutir la técnica, nutrición y anatomía humana –en ocasiones una nueva noticia o información podía llevar a tener una ganancia. Pero también hablaban acerca de los esteroides anabólicos, cuyo uso se volvía cada vez más común.

¿QUÉ CONTIENEN LOS ESTEROIDES ANABÓLICOS?

Los hombres no revelarían los compuestos que utilizabany en qué cantidades, cambiando a un lenguaje semimédico con frecuencia para que a los externos les costara trabajo entender. Cuando mezclaban compuestos –proceso llamado stacking (apilado)– compartían su experiencia, contestando a las preguntas de los demás. ¿Qué fue lo que sentiste? ¿Cuáles fueron los efectos secundarios que sufriste? ¿Qué harías de manera diferente la próxima vez?

Casi cada semana alguien reportaría una ventaja o desventaja diferente: rápida ganancia de músculo, aumento en la presión arterial, una sensación de claridad mental absoluta, brotes, etc. Wilson estaba orgulloso del hecho de que estaba al tanto de estas conversaciones. “Verse absorbido por esta cultura no era fácil”, explica. “Realmente tenías que ganarte el respeto. Si esperabas tu turno, dejabas que los hombres grandes pasaran primero, conocían tu lugar dentro del orden de la jerarquía y obtenías tu sitio. Y una vez que estabas dentro de ese círculo, eras absorbido por él”. Más tarde agregó: “Se volvió parte de mi identidad, yo era parte de este grupo”.

Pronto, Wilson decidió utilizar esteroides también. Un amigo le recomendó enantato de testosterona –una sustancia que steroid.com, un sitio que proporciona información acerca de los diferentes tipos de esteroides (y cómo utilizarlos), describe como “probablemente el esteroide anabólico más comúnmente utilizado de todos los tiempos”– y le proporcionó frascos de 10 ml. Conseguía las jeringas en una clínica a dos ciudades de distancia, donde nadie lo reconocería y comenzó a inyectarse 500 mg una vez por semana en su baño, asegurándose de permanecer sin ser visto.

Cuando el abasto de su amigo se terminó, encontró una farmacia en Serbia, donde los esteroides podían ser comprados en el mostrador y en línea, y ordenó testosterona de grado farmacéutico. Pronto comenzó a experimentar con otros compuestos, incrementando las dosis lentamente para superar la aclimatación de su cuerpo. En un punto, para contrarrestar los efectos del severo dolor de articulaciones, comenzó a utilizar pequeñas dosis de decanoato de nandrolona, un esteroide anabólico conocido entre los usuarios como “deca”, el cual es recetado en ocasiones para combatir la osteoporosis y es utilizado durante el tratamiento contra el cáncer de mama.

En semanas, los músculos de Wilson se inflaron y, a pesar de que aumentó cerca de siete kilos de peso, su grasa corporal de desplomó. En el bar, muestra un par de fotografías en su teléfono. Estaba de pie en la luz cetrina de su cocina. Su cabeza estaba afeitada y era difícil determinar dónde terminaban los músculos de su espalda y dónde comenzaban los del cuello. Ya que había casi nada entre su piel y sus músculos, sus venas eran más visibles, y podías distinguir las estrías en su pecho.

FUENTE: Mens Health




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