El mundo moderno fue formado también por la cultura LGBT





Hay una teoría conspirativa que existe desde hace muchos años: supuestamente los homosexuales salieron al mundo para trastocar el orden natural de las cosas

Gregory Woods ha escrito sobre historia lésbica y gay desde la década de 1980. En su nuevo libro, Homintern, estudia una teoría conspirativa que existe desde hace muchos años: supuestamente los homosexuales salieron al mundo para trastocar el orden natural de las cosas. Se dice que, al igual que los judíos y comunistas, la comunidad LGBT creó redes clandestinas y conspiraciones transfronterizas a lo largo de la historia para provocar una “revolución rosa”.

Por supuesto, es una idea ridícula, pero como el diligente historiador que es, Woods resume con detalle la manera en que la humanidad ha albergado estos miedos; desde los Nazis en el Berlín de los años 30, hasta los cristianos evangélicos durante la pandemia de SIDA. También cuenta ambas versiones de la historia; no analiza únicamente la persecución de los gays, también se basa en la vida y obra de figuras como Somerset Maugham, Wilde, Susan Sontag y James Baldwin para entender por qué las personas gay viajaban tanto (era para huir de sus opresores) y por qué se formaron redes (principalmente por sexo y solidaridad).

Aunque el propósito del libro es burlarse de la idea de “mafia gay”, también logra ilustrar la gran influencia que la sensibilidad gay tuvo en la cultura occidental. Susan Sontag dijo alguna vez que el “esteticismo homosexual” era una de “las fuerzas pioneras de la sensibilidad moderna”. Teniendo en mente esto, se le pregunto a Gregory por qué la cultura gay clandestina es tan fabulosa y provocó que los gobiernos la vieran como una amenaza.

-VICE: ¿Qué te motivó a escribir este libro?-
“Gregory Woods: Yo lo considero una secuela de un libro sobre la historia de la literatura gay masculina que escribí en 1990. Me enfoqué en el siglo XX porque fue en ese entonces que se publicó gran parte de la literatura disponible, pero sentí que aún quedaba mucho que decir sobre la influencia de la cultura gay. Los medios gay y la crítica cultural dan la gran impresión de que nuestra historia es anglófona (ya sea británica o estadunidense). Yo quería desafiar eso y realzar la historia de la cultura gay en Europa y otros países, así como expandirme y analizar otras redes como las que formaban las mujeres lesbianas.”

-¿De donde viene el término “homintern”?-
“A finales de los años 20 y a principios de los años 30, existió una organización llamada 'comintern' —'la organización internacional comunista'— que fue creada por Lenin y cuyo interés era expandir el comunismo internacionalmente.

Las potencias occidentales la veían como una amenaza. En ese entonces era noticia, y muchos hombres gay empezaron a decir a manera de chiste que también había un 'homintern'.

“Lo que en verdad querían decir era que la comunidad homosexual podía llegar a ejercer influencia que atravesara las barreras con las que funciona la sociedad. Esta organización mítica, el homintern, podía forjar alianzas que trascendieran las fronteras de clase o nacionalidad, por ejemplo, crear una esfera alterna donde exisiera la gente que se vio obligada a vivir una vida recluida o secreta. Era una broma, pero también era un sueño, una manera de conocer personas de otras sociedades y oponerse a la opresión.”

-En el libro mencionas que muchos autores estadunidenses como James Baldwin, Gertrude Stein y Allen Ginsberg se sintieron atraidos por París a principios del siglo XX. ¿Por qué crees que ocurrió esto?-
“En parte fue por una cuestión económica; las divisas europeas eran más baratas que el dólar. Stein llamó 'generación perdida' a los artistas que se dejaron arrastrar por la moda de los jóvenes que se iban a Europa, hasta que ocurrió la crisis de Wall Street en 1929. Me imagino que quedó un vestigio de la pícara década de 1890, del esteticismo de fines del siglo anterior, que seguía siendo atractivo para algunos estadunidenses. Paris atraía por el Código Napoleónico; un sistema legal que era más liberal que el de Estados Unidos o Gran Bretaña.

“Incluso hoy, es más probable que los gays y lesbianas de Estados Unidos tengan pasaportes. Si te han inculcado que no encajas en la sociedad en la que creciste, entonces empiezas a buscar en otro lado.”

-Después de escribir el libro, ¿cuál fue tu conclusión? ¿Los gobiernos tenían de qué preocuparse? ¿En verdad la comunidad gay se estaban organizando políticamente?-

“El miedo se enfocó en la noción de que los gays conversaban en secreto, y no sólo sobre su vida sexual, también se estaban organizando en contra de estados nacionales. Así que el descubrimiento esporádico de un espía homosexual era interpretado, obviamente, como confirmación de que esto estaba ocurriendo. La sospecha se sintió en ambos lados de la cortina de hierro. Pero en realidad no parece haber ninguna verdad detrás de esto. Es muy difícil imaginar a la población gay como una multitud subversiva hoy en día. En el presente es igual de probable que voten tanto por la derecha como por la izquierda y quieran proteger sus bolsillos y sustentos como todos.

“Al principio del libro, explico que homintern se refiere a la presencia de hombres y mujeres homosexuales en la sociedad moderna, posteriormente, explico que no existe algo como el homintern. Estoy conforme con eso. No hay una red organizada de personas homosexuales que estén interesadas en actuar en contra de los intereses de la mayoría homosexual. Por otra parte, es culturalmente interesante ver grupos que se forman o vuelven a formarse, alianzas que cruzan fronteras y multitudes amorfas de personas que ejercen una influencia porque dan origen a algo creativamente diferente.”

-Entonces, ¿Qué impacto tuvo esta multitud de personas LGBT para ayudar a formar la cultura occidental moderna?-
“No se trata únicamente de que los gays se hayan involucrado en las artes —los heterosexuales también tienen un historial bastante relevante—, sino más bien que lo hicieron desde un perspectiva nueva, viendo las cosas a través de una posición diferente. Basta pensar en las paradojas de Oscar Wilde para ver este proceso en acción. Ellos generan nuevas perspectivas sobre los roles de género que antes eran fijos, y los subvierten demostrando en persona la posibilidad de vivir como una mujer masculina o un hombre femenino. Esto, a su vez generó, desde luego, una estética completamente nueva en la moda, al igual que en el baile, en el cine, el teatro y, por último, en la cultura popular. También siento que la manera en que muchas personas como Wilde, Quentin Crisp, Radclyffe Hall y Gertrude Stein se presentaban en su vida diaria las convirtió en la encarnación de un estilo queer del cual las personas más ordinarias podían aprender, maravillarse o tal vez, incluso imitar.

-A lo largo de la historia, las personas gay se han relacionado por necesidad. ¿Cómo ha cambiado la despenalización de la homosexualidad y la asimilación limitada de la comunidad LGBT la necesidad de tener esas redes y conexiones?-
“Es similar a lo que solíamos decir en el movimiento de liberación LGBT de finales de los 60 y principios de los 70: nosotros trabajábamos para lograr una sociedad en la que no haya necesidad de un movimiento gay. En un mundo ideal viviríamos sin discriminación y sin la necesidad de distinguir homosexual de heterosexual. Jamás he pensado, ni por un momento, que toda la humanidad se dirija en esa dirección, pero si ése fuera el caso, me preocuparía que una asimilación o aceptación total le quitara todo el ímpetu o energía a la población gay para unirse o aprovechar una situación desafortunada, la opresión o la indiferencia. ¿Dónde quedaría la chispa de la creatividad?”

FUENTE: Vanguardia




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