Vayamos al grano. La siguiente relación de películas tienen todas una cosa en común: fueron estrenadas en 1999.
El Club de la Lucha. Eyes Wide Shut. El Sexto Sentido. The Matrix. Notting Hill. Star Wars: Episodio 1 – La Amenaza Fantasma. American Beauty. El Proyecto de la Bruja de Blair, El Dilema. Toy Story 2. La Milla Verde. Magnolia. El Talento de Mr. Ripley. Y, por acabar, Cómo ser John Malkovich.
Un compendio de títulos que incluyen la que ya es una de las cintas más distintivas de todos los tiempos, varias historias de culto (El Club de la Lucha o Cómo Ser John Malkovich), títulos independientes (La Bruja de Blair), taquillazos de una gran saga (La Amenaza Fantasma) y películas marcadas por el sello de grandes directores (Eyes Wide Shut de Kubrick o La Milla Verde de Darabont).
Si a ello le sumamos éxitos de la animación como Toy Story 2, Tarzán, El Gigante de Hierro y también comedias sin pretensiones pero que arrasaron en su género como Austin Powers: The Spy That Shagged Me o Big Daddy, es normal que 1999 sea remarcado por numerosas medios, rankings o analistas como uno de los mejores años del cine moderno.
los planes para lanzar una nueva secuela de Matrix, nos permite ver qué ha cambiado en la industria del cine y cómo hasta qué punto es complicado que se vuelva a dar un ejercicio como 1999. En gran medida, porque seguramente hoy el cine como conglomerado no cuente con el mismo sustrato de pequeños estudios -pero lo suficientemente grandes como para hacerse oír- con el que contaba en los albores del siglo XXI. Esa es la parte causal de la ecuación. La otra, la que tiene más que ver con pura casualidad, siempre seguirá estando abierta.
La Bruja de Blair cambió el marketing del cine. Matrix coronó todo lo demás
Si algo queda claro, es que 1999 era muy distinto a 2019 en lo que se refiere a los grandes jugadores de la industria del cine. Sin una condensación tan vasta como la que hoy imponen Disney o Sony, quedaban más rendijas para que pequeñas productoras pudieran sacar a flote sus apuestas.
Tal fue le caso de Artisan y El Proyecto de la Bruja de Blair. Quien vivió aquellos meses de 1999 habituado ya a usar internet recordará que la productora realizó una campaña de marketing que en ese momento se salía de todo lo visto anteriormente. La Bruja de Blair se vendió como una grabación real envuelta en un suceso extraño, cuya leyenda fue en aumento gracias a varias webs creadas ex profeso que aumentaron la leyenda. Al final, cuando el público vio la película en el cine, tenía la impresión de que contemplaba la última parte a un todo, una historia que se nutría tanto de las historias de brujería más antiguas como de las nuevas posibilidades de internet.