Ser gay ya no es lo que era. Igual que el concepto “gays y lesbianas” ha evolucionado y se ha ampliado hasta convertirse en LGTBI, varios aspectos de este último colectivo, especialmente las relaciones entre gays, también se han ampliado para ser más inclusivas.
Ya ni en los círculos más conservadores y simpatizantes de Donald Trump hay partidarios de las relaciones de dos. Por ejemplo, aproximadamente la mitad de las personas que me contactan a través de Grindr, ya tienen pareja o quieren que participe en un trío por una noche.
Hoy en día, parece que todo el mundo quiere más, y gracias a Grindr, Tinder y todas las demás aplicaciones para ligar las posibilidades y las oportunidades son infinitas.
Según una encuesta realizada en 2016, en Reino Unido, el 41% de los hombres homosexuales mantenían una relación abierta en ese momento o la habían mantenido alguna vez. Es un porcentaje muy alto de emparejados que a la vez están interesados en conocer más gente…
Nunca he tenido una relación abierta, pero he participado en unos cuantos tríos; y en tres de ellos participaron también parejas que supuestamente mantenían relaciones abiertas (y todas ellas empezaron sin internet de por medio). Han pasado casi seis años desde la última vez que formé parte de un trío. Este último lo hice en Bangkok con un hombre negro de Filadelfia y otro blanco de Australia, quienes anteriormente habían sido amigos con derecho a roce entre ellos.
Al romántico empedernido que llevo dentro le gusta pensar que cualquier encuentro sexual puede llevar a una segunda vez o a algo más.
A pesar de los buenos momentos que he vivido, puedo decir con total sinceridad que nunca volveré a participar en un trío, y menos con una pareja. Se acabó lo mío con los emparejados interesados en conocer a gente, los tríos, e incluso los rollos de una noche con este tipo de personas. Son un callejón sin salida para la tercera persona.
Al romántico empedernido que llevo dentro, le gusta pensar que cualquier encuentro sexual puede llevar a una segunda vez o a algo más. Así que para mí, acostarme con un hombre que tenga pareja (o con dos) y mantenga una relación abierta tiene tan poco sentido como estar con un hombre casado. Puede que la pareja en cuestión esté de acuerdo —ya esté presente o no—, pero no es más que un rollo de una noche. Sigue sin haber futuro.
Las limitaciones románticas de acostarse con hombres con pareja, van más allá de un encuentro. También hay que tener en cuenta la psicología que hay detrás de algunas relaciones abiertas y la hipocresía que pueden albergar. Se supone que se basan en la libertad sexual y en la amplitud de miras, pero muchas veces hay un trasfondo (tanto para la pareja como para la tercera persona).
Sé sexy. Mantente distante. Pero no te encapriches.
Yo me vuelvo lo suficientemente neurótico con un solo hombre. ¿Quién necesita presión añadida para no cruzar la línea y revelar que le gusta salir con hombres que tengan pareja? ¿De verdad es tan horrible querer verlos otra vez y no solo para practicar sexo? Según dos amigos míos que tienen un matrimonio abierto, sí lo es.
Si las relaciones abiertas son para fomentar la liberación sexual, ¿por qué se establecen reglas tan rígidas?
“Prohibido besarse”.
“Prohibido abrazarse”.
“Solo oral”.
“Solo nos estamos divirtiendo”.
“Solo cuando estamos de viaje”.
“Prohibido enamorarse”.
Prefiero acostarme con un hombre más independiente, pero sin esa censura emocional, gracias. Por lo menos me dejará mirarle a los ojos si el ambiente es propicio. Incluso, puede que se quede a desayunar.
No estoy dispuesto a hacer un cameo en una relación abierta, pero tampoco creo que haya nada malo en ellas.
A pesar de que no estoy dispuesto a hacer un cameo en una relación abierta, no creo que haya nada malo en ellas. Antes me repelía la idea de que una pareja compartiera su vida sexual con otras personas, pero ya no lo juzgo. Sigo sin creerme esa teoría de que los seres humanos no somos monógamos por naturaleza (tal y como yo lo veo, mantener o no mantener una relación de pareja es una inclinación más individual que universal), pero entiendo que allá afuera hay muchas personas atractivas y deseables. ¿O es que la naturaleza nos exigiría que comiéramos lo mismo, tres veces al día, durante el resto de nuestras vidas?
Ojalá hubiera más gays defensores de la no monogamia dispuestos a admitir que son adictos a probar todas las muestras sin tener que defender, explicar o justificar su decisión. No pasa nada por estar cachondo y por disfrutar de la variedad. Sé sincero contigo mismo y con tu pareja sobre lo que quieres y por qué lo quieres. En otras palabras: apechuga.
Cuando en una pareja que mantiene una relación abierta se empieza a utilizar la ciencia como una excusa para continuar saliendo con varias personas a la vez, se me ponen los ojos en blanco. El problema que tiene volver a caer en el argumento de “los seres humanos no son monógamos por naturaleza” es que implica que es antinatural escoger ser monógamo. Es como decir: “No nos juzgues, pero te vamos a juzgar”. Hay personas que son felices comiendo el mismo plato todos los días, y la naturaleza no les exige que cambien.
Otra defensa/explicación/justificación habitual se basa en la posesión: no somos dueños de nuestra pareja ni de su cuerpo. Si uno va a ser fiel, es mejor que deje a todos los otros, porque sea lo que verdaderamente quiera hacer y no porque se sienta obligado a hacerlo.
Estaría de acuerdo con esto si esa “posesión” no estuviera implícita en las reglas que establecen muchas de las que se autodenominan “relaciones abiertas”. Porque, aun así, se basan en el control. Pero coincido en la valoración de la obligación romántica. Y, como apunta la protagonista de la historia de Ayn Rand The Husband I Bought (El marido que compré), la sensación de obligación en una pareja puede garantizar una cierta seguridad, pero no un amor infinito. Evidentemente, una relación abierta no habría sido la solución para la heroína de Rand, cuyo marido se había enamorado perdidamente de otra persona.
Necesitaban algo sin limitaciones ni barreras, algo que incluyera más de lo que se permite en una relación abierta, algo más poliamoroso. Sí, como su propio nombre indica, la tercera rueda de un trío no tiene por qué ser de usar y tirar.
Prefiero acostarme con un hombre más independiente, pero sin esa censura emocional, gracias.
Últimamente me doy cuenta de que muchos gays que mantienen relaciones abiertas las describen como “poliamorosas”, algo que, aunque pueda parecer poco sexy, parece haber eliminado la parte negativa de la monogamia. Y, además, supone reconocer que no solo es perfectamente normal sentirse atraído por una persona ajena a tu pareja, sino que también es posible enamorarse de ella.
No me veo cómodo manteniendo una relación de ese tipo, pero, desde fuera, los que mantienen relaciones poliamorosas resultan bastante más atractivos como compañeros sexuales que los tradicionales tríos con pareja. Todas esas reglas tan poco flexibles que se ponen en las relaciones abiertas se pueden mandar a freír espárragos. Y si la pasión y el deseo florecen a lo largo de la noche, no hace falta cortarlos de raíz cuando salga el sol.
*Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense deHuffPost, ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero para Huffpost España y retomado y editado para su comprensión.
FUENTE: HuffPost