Liu Xiaoyun no tenía idea de lo que estaba a punto de ocurrirle.
El casco que estaba usando estaba conectado con cables a una máquina; cuando la máquina se encendía, una extraña sensación de entumecimiento corría por su cuero cabelludo. El doctor giró una perilla y ese sentimiento fue reemplazado por miedo, sentía como si lo estuvieran pinchando por todo lado.
Después de pocos minutos, su cuerpo empezó a temblar. Solo al poco tiempo se dio cuenta que había sido sometido a choques eléctricos.
Liu, un seudónimo, es una de las más de doce personas LGBT chinas que hablaron con Human Rights Watch (HRW) para un nuevo reporte sobre la llamada “terapia de conversión”, procedimientos que intentan alterar su sexualidad que a menudo son abusivos y se basan en ciencia de mala calidad.
Según HRW, la práctica pseudocientífica está extendida en toda China, se lleva a cabo en hospitales públicos y en clínicas aprobadas por el gobierno, incluso aunque la homosexualidad no sea un crimen ni sea vista como una enfermedad mental en ese país.
La Comisión Nacional de Salud y Planeación de Familia (NHFPC, por sus siglas en inglés), que vigila los hospitales, no respondió a un requerimiento para hacer un comentario. HRW tampoco obtuvo respuesta a las cartas enviadas a la NHFCP y a la Sociedad China de Psiquiatría.
Tratamientos desacreditados
Las terapias de conversión han existido durante décadas, incluso en Estados Unidos, donde la homosexualidad era clasificada como un desorden mental en 1973, según la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés).
Según la APA, la idea de que las personas homosexuales alteren su sexualidad es "rechazada por las principales profesiones de salud mental" y alerta que las terapias de conversión tienen “un grave potencial para dañar a los jóvenes porque presentan una visión de que la orientación sexual de jóvenes lesbianas, gays y bisexuales es una enfermedad mental o desorden”.
Varios estados en Estados Unidos han prohibido esta práctica, como lo han hecho algunas partes en Australia y Canadá.
La práctica también ha cambiado en China. En 2014, una corte de Beijing falló a favor de un hombre gay que demandó a una clínica de conversión. Otras demandas contra la práctica también han sido exitosos desde entonces.
La homosexualidad fue descriminalizada en China en 1997 y en 2001, la Sociedad China de Psiquiatría removió la homosexualidad de su lista de desórdenes mentales.
Pero a pesar del lento crecimiento en la aceptación de personas gays y trans en China, muchas clínicas aún ofrecen tratamientos de conversión, según HRW, que se aprovechan del estigma actual contra la población LGBT, particularmente entre la población más vieja.
Presión familiar
Para su más reciente reporte HRW habló con hombres y mujeres de todo China, y las prácticas que describieron eran en gran parte uniformes: medicación forzada, hipnoterapia y tratamientos de electrochoques.
En las más reciente práctica, los pacientes estaban atados a sillas o camas y conectados a máquinas, luego se les mostraba pornografía gay o se les pedía que pensaran en experiencias sexuales personales mientras eran electrocutados, con la idea de asociar el dolor y la incomodidad con la excitación homosexual.
Aquellas personas que fueron entrevistadas por HRW dijeron que fueron presionados por sus padres y familias, y algunos decían que fueron forzados a hacer la terapia de conversión y que fueron retenidos contra su voluntad.
“Mi papá se arrodilló frente a mi, llorando, rogándome que fuera”, le dijo un hombre a HRW. “Mi papá dijo que no sabría cómo seguir viviendo en este mundo y enfrentando a los otros miembros de la familia si la gente se enteraba que yo era gay”.
La política de hijo único de China (que fue acabada el año pasado, aunque no completamente) ha exacerbado la tradicional presión de los padres para continuar con la línea familiar y producir nietos. Muchas personas LGBT son, usualmente, la única esperanza de los padres para tener nietos.
Como el matrimonio igualitario no es legal en China, las parejas del mismo sexo no pueden adoptar hijos en China, lo que puede llevarlos a matrimonios fingidos para que puedan tener hijos, o ser presionados —o forzados— a la terapia de conversión.
Una vez que estuvieron en terapia, los entrevistados dijeron que a menudo se les impedía irse y eran sometidos a tratamientos, como electrochoques, sin saber qué les sucedería de antemano.
Sin protecciones legales
Como es de esperarse, las terapias, que no tienen una evidencia científica que las respalde, no funcionan.
“Los individuos son liberados, ya sea porque la familia no puede seguir pagando los costos, o porque los hospitales se dan por vencidos por la falta completa del 'efecto previsto' de la terapia de conversión”, dice el reporte.
Sin embargo, esto no quiere decir que las personas que son sometidas a estas prácticas no hayan salido lastimadas: los entrevistados describen efectos colaterales como depresión, así como traumas psicológicos por el abuso que recibieron y el enfoque constante de la homosexualidad como poco saludable y anormal.
Según HRW, la mayoría de los entrevistados fueron tratados en hospitales públicos o clínicas con licencia del gobierno.
Sin embargo, el informe dice que a pesar de la desclasificación de la homosexualidad como un trastorno mental y de los casos legales exitosos contra la terapia de conversión, en la actualidad las pautas para el tratamiento no prohíben ni limitan la práctica.
FUENTE: CNN