Argentina fue pionera en el reconocimiento del matrimonio igualitario en América Latina y abrió la puerta a su legalización en otros países de la región.
Cuando se supieron los resultados de la votación, la plaza del Congreso de Buenos Aires "explotó”, recuerda César Cigliutti. Aquel 15 de julio de 2010, tras más de veinte horas de debate, el Senado de la Nación aprobó una ley que haría historia en América Latina: Argentina se convirtió, hace diez años, en el primer país latinoamericano en legalizar el matrimonio igualitario.
Aquella utopía de la igualdad legal por la que la comunidad LGBTI llevaba años luchando había llegado ya a lugares como los Países Bajos (en 2001), Bélgica (2003) o España (2005), pero Latinoamérica seguía siendo terreno vedado para las bodas de parejas del mismo sexo. Argentina fue el décimo país del mundo en dar este paso.
"Fue emocionante porque era un derecho que habíamos conquistado”, dice Cigliutti a DW. En realidad, él y Marcelo Suntheim se habían casado dos años antes en España gracias a la nacionalidad alemana del segundo. Tuvieron que buscar fuera el derecho que su país les negaba. Pero, gracias al cambio legal, pudieron volver a casarse en 2011, ya en casa. "Esta ley lo que hizo fue ampliar el concepto de familia”, apunta Cigliutti, también presidente de la Comunidad Homosexual de Argentina, grupo desde el que batalló por el matrimonio igualitario precisamente con ese lema: "Somos familias”.
Desde 2010 se han celebrado 20.244 uniones de este tipo en el país sudamericano, según datos de la Federación Argentina LGBT. María Rachid, de la FALGBT, sostiene en entrevista con DW que "la ley de matrimonio igualitario no solo tenía que ver con derechos concretos con los que el Estado protege a nuestras familias, sino además con un mensaje de igualdad que es indispensable para después trabajar contra la discriminación y la violencia”. De ahí la campaña de su organización –"los mismos derechos con los mismos nombres”- frente a quienes defendían y aún defienden llamar matrimonio únicamente a las uniones heterosexuales, "porque no solo era una lucha por los derechos, sino también por la igualdad”.
Lo personal es político, reza el lema feminista. También para Rachid esta fue una conquista que iba mucho más allá de lo legal y político. Hace unos años pudo por fin casarse con su pareja. "Ahora tenemos un bebé de nueve meses hermoso y que tiene todos sus derechos gracias a la aprobación de esa ley”, cuenta la activista. El matrimonio igualitario abrió la puerta al reconocimiento de otros muchos derechos, como el acceso a la reproducción asistida.
El activismo LGBTI coincide en que esta victoria en Argentina fue clave en el cambio social a favor de la diversidad sexual y de género en la región, sentando un precedente para la legalización del matrimonio igualitario en Uruguay en 2013. De la misma forma, la ley de identidad de género argentina -considerada como una de las leyes trans más avanzadas del mundo en la materia- ha impulsado otras normas que aspiran a proteger al colectivo transgénero en la región.
Actualmente el matrimonio entre personas del mismo sexo también es legal en Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador y en algunos estados y municipios de México, mientras que Chile reconoce las uniones civiles de estas parejas. Guyana es el único país de la región donde la homosexualidad sigue estando criminalizada.
"Argentina nos dio un reconocimiento que Alemania nos negaba", dijeron a DW el argentino Javier Romeo (izquierda) y el alemán Christian Krüger (derecha), que se casaron en 2015 en Buenos Aires. "Nos dio la posibilidad de poder ser protagonistas de algo tan simple como la unión de dos personas que se aman", agregó la pareja, que celebra este viernes su quinto aniversario de boda.
"La igualdad contagia”, defiende Rachid, que subraya el papel que tuvo asimismo el precedente español en su país. Desde el otro lado del Atlántico, Klaus Jetz, presidente de la Federación de Gais y Lesbianas de Alemania (LSVD), coincide en que "fue un paso enorme, no solo para Argentina, sino para toda América Latina”.
El arcoíris argentino llegó a Alemania
Jetz destaca que la legalización del matrimonio igualitario en Argentina también dejó huella en el reconocimiento de este derecho en Alemania. "Nuestro argumento aquí en Alemania, en las conversaciones con los partidos políticos, es que vivíamos en un país subdesarrollado en materia de igualdad de derechos de las parejas del mismo sexo”, cuenta a DW. Incluso invitaron a activistas y abogados argentinos para aprender de su exitosa experiencia.
Alemania tardó unos años más en dar ese paso y no legalizó el matrimonio homosexual hasta 2017. Por su parte, el activismo trans reclama en la actualidad una ley inspirada en Argentina que reconozca la autodeterminación de género y ponga fin a la ley alemana de 1980, que consideran anticuada y patologizante.
En esta imagen de archivo, Cristina Fernández de Kirchner (centro) con María Rachid (derecha) y otros miembros de la FALGBT, durante la promulgación de la ley
Hace diez años, la presidenta -y ahora vicepresidenta- Cristina Fernández de Kirchner declaró que "hoy somos una sociedad más igualitaria que la semana pasada”. Una década después, y pese al auge del conservadurismo ultrarreligioso en la región latinoamericana, Argentina sigue siendo uno de los países con mayor nivel de protección legal de las minorías sexuales en la región. Pese a ello, los activistas LGBTI entrevistados por DW sigue demandan reformas en ámbitos tales como la igualdad trans, la lucha contra el VIH/sida o la no discriminación. "Las mujeres logramos la igualdad jurídica hace muchos años y todavía estamos luchando para lograr la igualdad real”, explica María Rachid, "y lo mismo ocurre con la diversidad”.
Pero Argentina es en cualquier caso una sociedad más igualitaria que hace diez años. Este miércoles 15 de julio, numerosos edificios públicos en Argentina han iluminado la noche con los colores del arcoíris. Cigliutti recuerda cómo, cuando el matrimonio igualitario todavía era un sueño, "muchos senadores decían que por qué teníamos que ser los primeros”. Y deja que el curso de la historia hable por sí mismo.
FUENTE: DW