Ésa es la fórmula para bajar de peso: dieta y ejercicio, pero no siempre funciona. ¿Por qué? Pues porque muchas veces el ejercicio que se lleva a cabo no es el adecuado. Sigue leyendo y descubrirás cómo seguir comiendo lo que quieras y despedirte de la grasa.
¿No has visto nunca a un hombre delgado zampando platos a rebosar? Reconoce que cuando estás a régimen esos tipejos te despiertan una envidia nada sana. Y es que es desafía la lógica: la gente que está delgada come menos. ¿No? Si no, no estarían delgados. Eso pensábamos, pero igual estábamos equivocados.
NO TODO ES LO QUE PARECE
El primero en poner esta máxima en tela de juicio fue el doctor Bernard Guttin, en el año 2000, cuando lideró una investigación del Colegio de Médicos de Georgia (EE.UU.). El estudio se hizo entre 800 adolescentes y su objetivo era descubrir la relación que la dieta y la actividad física tenían con las enfermedades cardiovasculares.
“Creíamos que el ejercicio y el régimen harían que los chicos engordaran menos y desarrollaran menos factores de riesgo de padecer estas enfermedades. Y pensábamos que los que comían más serían los más gordos”, explica Guttin. Pero se equivocaba.
Lo chicos que comían más estaban delgados. Y los más gordos comían menos. Los investigadores supusieron que la actividad física resolvería el enigma. Pero no fue así. El ejercicio no garantizaba la delgadez. Lo que marcaba la diferencia era la cantidad de ejercicio vigoroso que hacían: cuánto tiempo se pasaban corriendo, saltando o levantando pesos.
CUESTIÓN DE PRIORIDADES
Otro motivo para dar prioridad al ejercicio a la hora de controlar el peso tiene que ver con dos sistemas que compiten en el cerebro. Está el sistema reflejo, el “respondedor por defecto”, que compartimos con nuestros primos evolutivos, los grandes simios. Es el mecanismo cerebral de “veo un pastel, me como un pastel”.
Para no morir de un coma diabético tenemos el sistema reflexivo que nos ayuda a concentrarnos en nuestros objetivos y es exclusivo de los humanos. El autocontrol se parece mucho al sistema muscular: lo puedes entrenar. Y una de las formas de hacerlo es con el ejercicio físico, que fomenta tanto la concentración como la disciplina.
GRASA O... MÚSCULO
Volvamos al estudio de Guttin. No tienen una certeza de lo que ocurrió, pero ha elaborado una teoría. El cuerpo humano está cargado de células madre, que pueden convertirse en otro tipo de células. En animales de laboratorio, la combinación de ejercicio y alimentación convertía las células madre en tejido muscular. Los ratones sobrealimentados que hacían ejercicio creaban más tejido no graso. Pero cuando no hacían ejercicio, las células madre se convertían en grasa.
No se puede asegurar que eso ocurra en adultos humanos, pero en los niños parece que sucede algo parecido. “Los chicos que hacen actividad física vigorosa desarrollan menos grasa y más tejido muscular”, afirma Guttin. En los adultos, sabemos que las células capsulares –células madre halladas en el tejido muscular– se pueden convertir en nuevas células musculares si se da el estímulo correcto. Y un buen estímulo, dice Guttin, sería hacer levantar pesas llegando al punto de fallo muscular.
HAY CAMINOS CONTRA LA GRASA
El entrenamiento de fuerza no es el único modo de combatir la grasa. En 1990, un equipo de investigadores administró una dieta hipercalórica a un grupo de hombres jóvenes sanos y de peso normal durante un periodo de 100 días, limitando asimismo su actividad física. La media de aumento de peso del grupo fue de casi 9 kilos –unas dos terceras partes de grasa y una tercera parte de músculo–.
Pero los resultados fueron muy dispares. En un reciente estudio publicado en el International Journal of Obesity, los investigadores analizaron los mismos datos y concluyeron que los que tenían un VO2 máx (variable que mide la potencia aeróbica y el estado de forma) antes de iniciar la dieta hipercalórica eran los que menos grasa y peso ganaban.
El mejor modo –y el más rápido– de aumentar tu VO2 máx es entrenar con intervalos breves de actividad de alta intensidad, como sprints, ejercicios calisténicos y empujes horizontales.
COMER Y NO ENGORDAR
Antes de que te pongas a entrenar duro y a toda velocidad, volvamos al tipo delgado que se atiborra delante de ti despertando tus instintos asesinos. No lo está haciendo por fastidiarte: ese hombre tiene más hambre. Y probablemente es así por el modo en el que entrena y por las exigencias metabólicas de estar relativamente delgado y en forma.
Pero no hay ningún ejercicio que te proporcione un salvoconducto de por vida para comer lo que quieras. Simplemente te permite comer lo que necesitas sin tener que preocuparte de que cualquier capricho que te concedas vaya a parar directamente al michelín.
¿Y si eso ocurriera? Bueno, ya tienes las herramientas que necesitas para quemarlo. Si alimentas tus músculos, ellos te devolverán el favor consumiendo la grasa de tu cuerpo.
FUENTE: Mmens Health