Peter Pan es el nombre de un personaje de ficción teatral, fue creado por el escritor James Matthew Barrie a comienzos del siglo XX. Las aventuras de Peter Pan se han plasmado en cualquier formato que pudiera contar las historias de este niño que puede volar y que nunca crece, que vive en el país de Nunca Jamás junto a sus amigos, los Niños Perdidos.
Unos 80 años después el psicólogo Dan Kiley publicó un libro titulado El síndrome de Peter Pan, el hombre que nunca crece, donde se describía por primera vez a esos hombres con unos rasgos de personalidad infantiles o eternamente adolescentes que se niegan a crecer.
Si os sentís identificados con la descripción o veis que alguno de vuestros amigos o algún familiar incluso encaja con el síndrome, no vayáis o mandéis al susodicho directamente a la consulta del especialista, porque ningún manual de diagnóstico sobre trastornos mentales ha incluido hasta la fecha este síndrome como enfermedad mental, por lo que sólo sería una manera de catalogar a personas con unos determinados rasgos o conductas.
El síndrome de Peter Pan según lo que exponía Kiley en su libro, describe a un hombre irresponsable, rebelde, colérico, narcisista, arrogante, dependiente, que se niega a envejecer, manipulador y que piensa que está por encima de las leyes sociales y de las normas establecidas. Visto así el pequeño Peter da más miedo que el Capitán Garfio.
Pero por hacer una descripción más somera del Síndrome de Peter Pan, podríamos decir que el hombre que lo padece es una persona que:
¿Quién al leer esto no ha pensado automáticamente en que se podría estar describiendo a un gay? Pues puede ser, porque los estereotipos que existen sobre los homosexuales incluyen esas premisas también.
Para muchos, existen estereotipos del colectivo gay, como por ejemplo:
Cuando se describe a una persona o grupo siguiendo un estereotipo, se tiene una percepción exagerada y se simplifican ciertas características o atributos, de esta forma se busca justificar o racionalizar determinados comportamientos de esa persona o grupo. Son creencias y opiniones preconcebidas, que se aplican de forma general a todas las personas pertenecientes a una categoría. En muchos casos estos estereotipos fomentan la homofobia social.
¿Será verdad que dentro del colectivo gay hay más síndromes de Peter Pan que en el mundo hetero?
Posiblemente no, y seguro que hay determinadas características del síndrome que pudieran verse reflejadas en la realidad del conjunto de la población masculina del mundo actual, independientemente de la orientación sexual que se tenga. Sirva como ejemplo el primero de los expuestos. Actualmente hay un miedo generalizado a estar o sentirse solo, somos socialmente dependientes, hay pocas cosas que nos guste hacer ya solos, ¡olvídate el teléfono en casa, ya verás cómo te sientes!
Otro ejemplo puede ser este momento hedonista de la búsqueda del placer que vive nuestra sociedad, donde vivimos centrados en nosotros mismos y en satisfacer nuestras propias necesidades, sin pensar demasiado en los problemas de los demás.
En cambio otros de los ejemplos, sí pudieran reflejar la realidad gay, no tanto porque sea inherente a la persona, pero sí al ideal del hombre gay (puramente comercial), pero que por efecto de halo, se refleja también en la persona que lo percibe. La obsesión por la juventud es un ejemplo claro de esto, se prima el estar guapo y el no envejecer.
Cuando dejas de pertenecer al grupo del estereotipo ideal, porque envejeces, te echan del país de Nunca Jamás, dejas de jugar con el resto de los Niños Perdidos, lo que puede hacer que baje tu autoestima y te sientas inseguro con ésta nueva realidad.
¿Qué creéis que le puede pasar a Peter, que ha sido el centro de atención durante gran parte del cuento y de repente, al hacerse mayor, ya nadie se fija en él y no es el protagonista de la historia?
Si te has pasado toda la vida pudiendo volar, y ahora el sobrepeso o las artrosis de las alas (Peter Pan no tenía alas pero seguro que con el tiempo y de haberlas tenido habría padecido esta dolencia) no te deja que te levantes del suelo más de un palmo, lo que te hace ser como el resto de los mortales, esto va a conllevar un cambio radical de forma de vida y en el modo que se tenga de verla o interpretarla, que o se asume con madurez, o puede llegar a convertirse en un grave problema emocional para la persona que no llega a realizar correctamente ese proceso de desarrollo personal.
Quizá en el mundo gay el verdadero problema del síndrome de Peter Pan, no sea tanto el no querer envejecer y vivir como un eterno adolescente, como constatar que así ha sido y que no se acepta este hecho. Ambos casos ocurren y ambos son un problema para la persona que los experimenta. A mayor presión social y comercial, mayor probabilidad que esto pueda pasar (las mujeres sufren un problema similar ya que tienen la misma presión de permanecer siempre jóvenes).
Lo deseable es aprender a vivir el día a día, disfrutar de cada el momento, porque estar pendiente de lo que hemos perdido y de lo que no va a volver “Nunca Jamás”, o preocuparnos por el futuro de forma exagerada, sólo nos llevará a no disfrutar del aquí y del ahora.
Si os interesa aprender a vivir de una forma distinta y prestar atención a vuestra realidad de otra forma, os recomiendo que conozcáis el Mindfulness. Busca que los aspectos emocionales y cualesquiera otros procesos de carácter no verbal, sean aceptados y vividos en su propia condición, sin ser evitados o intentar controlarlos, por ejemplo que aceptemos el paso del tiempo, tanto en nuestra realidad como en nuestro propio cuerpo. Es aprender a tener control sobre sucesos incontrolables, sujetos a procesos automáticos, lo que requerirá de la mera experimentación y exposición natural con la menor interferencia posible en la persona que los vive.
Quizá si Peter Pan hubiese conocido el Mindfulness hubiese envejecido en el país de Nunca Jamás con el resto de Niños Perdidos.
FUENTE: Enewspaper