Las claves para salir de esa relación tóxica.
Sin importar cuántas veces familiares, amigos o terapeutas nos señalen cuán mal nos sentimos por ese crush o pareja, hay veces en que nos quedamos ahí con la esperanza de que llegue el día en que todo cambie. Que él cambie por nosotros. Inclusive esperamos que deje de coquetear con otras personas si se dice interesado en nosotros, que no nos deje “en visto” los mensajes o que deje de tener una conducta nefasta o cargada de manipulación.
No obstante, y a pesar nuestros más grandes deseos, las cosas siguen exactamente igual como si el tiempo no pasara. Incluso ese mal de amores puede ser el único tema de conversación durante semanas y meses.
De algún modo, solemos estar dispuestos a “dejarlos ir” con la esperanza de que volveran arrepentidos y renovados. Manteniendo la esperanza de que cuando regrese –si es que regresa– sera para darse cuenta que nostros hemos sido su mejor opción. Inclusive, la situación es similar al dicho popular de “Déjalo ir. Si regresa, es tuyo; si no, nunca lo fue”; el cual solemos recitar en cada publicación de su Snapchat o Instagram. Y desde ahí empiezan los problemas:
– Primero, ese dicho no sólo provoca una sensación de eterna frustración causada por la espera –en donde se tiene una actitud pasiva–, también la idea falsa de no ser lo suficiente para el otro. Es como si uno le cediera el poder de darnos un valor –que es, por supuesto, inferior al verdadero–, cuando ese crush debería hacernos sentir realmente especiales.
– Segundo, la creencia de que ser parte del otro trae consigo conductas, pensamientos y emociones que podrían calificarse de“intensas” y autodevaluadoras. ¿Cuántas veces no ha pasado que en vez de cuestionar la actitud del otro en relación con uno,terminamos por culparnos a nosotros mismos por cómo se comportó?
– Y tercero, y como dice el meme que ronda por redes sociales,“Déjalo ir con sus amigos, si regresa, es tuyo… ¡No! Nadie es de nadie y todos tienen derecho a salir con quien se quiera.” Esto quiere decir que al ser seres individuales, gozamos del derecho a la libertad de elegir si se quiere o no estar en pareja, así como la obligación de procurar nuestro propio bienestar.
Frente a esto no podemos dejar de cuestionar las consecuencias de estos problemas. Pues hay muchos casos en que están con ellos –sin hacerlo físicamente– hasta el momento en que regresan considerándolos como las mejores opciones que siempre tuvieron. Es decir que durante ese lapso, ninguno de los dos se da cuenta que también pueden elegir opciones: de disfrutar de la soledad, conocer a nuevas personas, tener citas, etcétera. E incluso, una persona no puede iniciar una nueva relación por miedo a que su crush regrese a escogerlo por fin; u otros ejemplos en que empiezan una nueva relación sin comprometerse del todo pues queda la antigua espinita del “¿y si sí me elige a mí?”.
Alguien ajeno a esta situación podría preguntarse por qué las personas pueden hacerse eso a ellas mismas. Pero la realidad es que existen varias razones por las que una persona no se atreve a soltar por completo a su crush; pueden estar relacionadas principalmente con factores sociales, emocionales, familiares, etcétera. Por ejemplo, hay quienes deciden quedarse por el placer de decir “Te lo dije” y así, de alguna manera, saberse valiosos por ese ser que tanto tiempo las ignoró; otros, optan por el viejo pensar de “más vale malo conocido, que bueno por conocer”; y algunos que consideran que esa espera es su “peor es nada” o que es lo que podrían merecer.
¿Qué pasaría si la solución no es dejarlo ir y ver si regresa? Cuando una pareja se separa, un método efectivo es pasar tiempo a solas para –re–conocernos a nosotros mismos sin ese crush. En otras palabras, quizá lo que necesitamos es pasar un periodo de desintoxicación de él: de pensar las 24/7 en el tema, stalkearlo en redes sociales, traerlo a cada conversación o proyecto, etcétera. Quizá debemos acercarnos a aquello que nos llena de vida: ejercicio, trabajo, pasatiempos, amigos, gastronomía, pasar tiempo en soledad…; y saber que si un día recaemos, pensamos en él y vemos sus fotos en Facebook, no importará pues eso no impide volver a empezar. Quizá la mejor manera de soltar a un crush es darnos cuenta que la manera en que él se comporta no es amor, que no va a cambiar realmente pese a sus promesas, que la manera en que aprendamos a tratarnos a nosotros mismos será aquella que le enseñemos al otro a tratarnos, que el destino de un amor depende más de uno que no del otro o que alguien de las 90000 millones personas en el mundo sabrá amarnos como realmente merecemos y necesitamos.
FUENTE: Verne